Durante tres días, actores locales, regionales e internacionales discutieron sobre el futuro de la región en temas enfocados en modelos territoriales inclusivos, descentralización, articulación del sector privado, cooperación internacional y desarrollo local, construcción de paz, migración, políticas públicas subregionales y empoderamiento económico de jóvenes, mujeres y sectores vulnerables. El evento fue la tercera edición del Foro Regional de Desarrollo Económico Local para América Latina y el Caribe.
Frente al desarrollo del Foro, la Unión Europea ratificó que “uno de los grandes retos para la sociedad y la economía colombiana es el crecimiento y el desarrollo de las estructuras sociales y económicas en los territorios. Para la consolidación de una paz estable y duradera debemos sumar esfuerzos para disminuir las brechas de inequidad en las regiones. Ese es el gran aporte de los proyectos de desarrollo económico local como los que nos reúnen hoy acá”, según mencionó Patricia Llombart, embajadora de la Unión Europea.
La ocasión sirvió, a la vez, como una celebración. “Lo de ayer (martes 7 de mayo) fue un gran paso: el Senado aprobó la Ley de Regiones, que permite la organización del Estado en entidades territoriales; es decir que los departamentos, distritos y municipios podrán acceder al presupuesto general de la nación y al sistema de regalías. Ahora solo falta la sanción presidencial”. Así lo anunció Verano, quien impulsó este proyecto con el congresista conservador Efraín Cepeda y otros 31 gobernadores.
Crecer no más sino mejor
¿A qué velocidad debe ir el desarrollo en un país? Esa fue una pregunta que hizo eco al inicio del tercer Foro Regional de Desarrollo Económico Local para América Latina y el Caribe. Jairo Acuña Alfaro, asesor de políticas de Gobernabilidad y Paz del PNUD, trajo a colación esta reflexión hecha por un ministro de su país, Costa Rica. La respuesta es: “El desarrollo debe ir a la velocidad del más lento”.
Ahora bien, ¿qué significa “desarrollo”? ¿A qué se refiere la gente cuando habla de regiones? ¿De qué están hechos los procesos locales? y otra serie de preguntas rodearon el primer panel del evento. Para desentramar estas cuestiones, Carlos Andrés Arévalo, director de productividad y competitividad de Mincomercio, citó a un barranquillero. “El sociólogo Orlando Fals Borda decía que la región es aquello donde más o menos todos bailamos lo mismo”, explicó.
Ese mismo bailado es crucial en la formación de un Estado. Antonio Zurita da testimonio de ellos desde su experiencia como director de relaciones internacionales del ayuntamiento de Madrid (España). Este funcionario asegura que “sin un mundo rural no hay un mundo urbano”. Su idea se sustenta de manera más clara al pensar en quienes construyen en el fondo los territorios: los pobladores.
La directora del Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural (Rimisp) en Chile es una defensora de esta idea. Según María Ignacia Fernández, la gente migra hacia donde están las oportunidades. Sin embargo, “las personas no son totalmente móviles: al migrar cargan con sus territorios por una o dos generaciones; por eso hay que pensar en políticas regionales de carácter macro”, explicó.
Así que lo importante, en ese sentido, es la participación. Como hijo de campesinos, Fernando Verdugo contó sobre su vida en la región de O’Higgins, en Chile. Allí, desempeñando el cargo de presidente del Consejo del Gobierno Regional, tiene su propia teoría de por qué mueren las democracias en el mundo. En sus palabras, “mueren cuando el ejercicio de conversar e intervenir el territorio es ciego, sordo y mudo; cuando no se escucha a sus mujeres, a sus viejos, a sus hombres, a los niños”.
En efecto, esa muerte se traduce en una ausencia del Estado y ¿qué hacemos ante ese vacío? “Alguien tiene que apoderarse. La pobreza, la desigualdad, la inseguridad se apoderan de esa ausencia. Ese es un reto de América Latina. Somos países de ingreso medio, pero no somos sociedades de clase media”. Así lo entiende Alfaro desde su tribuna en Nueva York, trabajando para el PNUD.
Para sanar esa realidad el Gobierno colombiano incluyó en su vocabulario el término “subregión”. Pensar desde esa perspectiva implica un esfuerzo ambicioso, dice Juan Sebastián Robledo, director de innovación y desarrollo empresarial del Departamento de Planeación Nacional. Por eso, tras su experiencia al participar en la construcción del nuevo Plan Nacional de Desarrollo (PND) “Pacto por Colombia, pacto por la equidad”, se cuestionó en la capacidad estatal de definir políticas a esa escala.
“Lo hicimos a nivel regional, ese aterrizaje táctico a lo estratégico de las regiones. Porque cuando uno trata de bajar los temas a los territorios, la palabra que más se repite es ‘articulación’. Pero eso qué significa, cómo se come. Desde planeación, el ejercicio de articularnos con los actores empezó por hacer renuncias. Porque para articularse alguien tiene que renunciar a algo, no puede haber dos entidades haciendo lo mismo”, explicó el funcionario.
Ese primer paso, aunque básico, es difícil. De ahí que el nuevo PND esté dividido en pactos. La idea fue explicada dentro del foro por Diego Hau, director de Descentralización y Desarrollo Regional del Departamento de Planeación Nacional. Así fue como, según contó, “construimos pactos regionales con insumos del territorio, identificando desde las potencialidades de cada uno hasta los proyectos importantes por desarrollar”.
Dentro de esos pactos, el de descentralización cabe perfectamente dentro de la discusión del foro. El asunto es que, para Colombia, el contexto del posconflicto hace del país un escenario singular. “¿Qué está antes: la paz para generar desarrollo sostenible o el desarrollo sostenible para generar paz y convivencia?”, preguntó al público Zurita, teniendo en cuenta su trabajo enfocado en las ciudades españolas.
Su justificación radica en la tendencia mundial: se estima que para 2030 dos tercios de los habitantes del planeta vivirán en ciudades. “Por tanto, las ciudades merecen tener un protagonismo mayor. No podemos olvidar que estos escenarios urbanos forman parte de un territorio en el que se libra la principal batalla de la agenda mundial y donde millones de personas mueren cada año por la violencia directa, la ira, millones de mujeres sienten la agresión, la violencia de género, la violencia provocada por la migración”. Ese fue el llamado de atención del español.
Remediar estas violencias, a escala nacional, implica también pensar en aquellos que abandonaron las armas. Es por eso que “hace falta tener otras herramientas, otros recursos que me permitan entender que tengo un futuro, un acceso garantizado a la tierra, a las oportunidades, a la voluntad política”, concluyó Zurita.
Esas garantías constituyen el desarrollo de un territorio. Porque, en palabras simples, estos procesos significan crecer, pero no crecer más, sino crecer mejor, consolidar procesos de gobernabilidad. Alfaro, por ejemplo, cuenta con una metáfora para explicarlo. “Para nosotros, la productividad, la igualdad y la resiliencia son los tres carriles principales de desarrollo para América Latina, pero esa autopista debe ser pavimentada por una gobernabilidad efectiva”. Ese fue, palabras más palabras menos, la conclusión de cómo lograr el desarrollo económico local, una promesa hacia la que caminan el Atlántico, Colombia, la región entera y el mundo.