El enfoque clásico sobre el concepto de competitividad pone el acento sobre la competición entre sistemas (la empresa o el territorio) en asegurarse recursos externos (técnicos, económicos, financieros, tecnológicos, humanos, etc.) a daño de los otros.
En este caso vale el principio de Machiavelli, según el cual las medidas para asegurarse estos recursos pueden ser de cualquiera naturaleza (el escopo justifica los medios), y los efectos segundarios (en términos de impacto ambiental y social) no tienen primaria importancia o tienen que ser tratado afuera de la esfera y la responsabilidad de los actores económicos.
La discusión sobre la actual crisis internacional económica, social y financiera tiene mucho a ver con estos efectos y el desarrollo humano puede brindar elementos importantes de aporte conceptual y práctico.
En el caso de un enfoque orientado al desarrollo humano hay dos variables que entran fuertemente en marcar estrategias y comportamientos:
a) la compatibilización intrínseca entre objetivos económicos, medioambientales, y sociales
b) la diferenciación y la especialización de los territorios, en alternativa a sus competición brutal